Para muchos de nosotros así será, ¡un año entero para verte, Rocío!, por muchas razones que posiblemente puedan sonar a excusas; pues Tú, como unas semanas atrás, conocedora de la visita del Grupo Joven de nuestra Hermandad, ya esperabas ávida de besar nuestros corazones, y perfumar de romero nuestras ilusiones, y sanar las heridas que el caminar diario nos puedan producir. ¡Así eres Tú, todos los días del año! y nos recibes a todos con la misma sonrisa, con la misma luz en tu mirada, con la misma caricia sanadora de una madre sobre nuestras sienes; vayamos a verte una o mil veces.
Pero no debe quedar la nostalgia, sino muy buenos recuerdos, de la II Peregrinación al Rocío que la Hermandad de La Candelaria y su Grupo Joven organizó para los pasados día 13 y 14 de noviembre. Para este año, el listón se había puesto más alto, pues no solo realizaríamos el camino de la Raya Real, sino que haríamos noche en la aldea. Hasta 60 personas, aforo máximo de la casa que amáblemente nos cedieron, componía la comitiva.
Al frente de ella, José Mª Cuadro, nuestro Hermano Mayor,
y tras él, grandes
medianos
y pequeños
La salida, como otros años, ¡tempranito!, desde nuestros confines, en la frontera de la Judería y Sevilla, ¡los Jardines de Murillo!, donde Ntra. Sra. de La Candelaria nos deseaba buen viaje y enviaba un ramillete de corazones candelarios para jugar con el Pastorcillo Divino.
Pasada la Venta Mauro, iniciamos el camino a pie, pero antes, distribuir el equipaje hacia la aldea
y reponer fuerzas para no desfallecer por las duras arenas,
y una vez repuestos, ¡a caminar!, eso sí endulzado con lo cantes de nuestro coro
Para los más pequeños, gracias a los permisos gestionados por nuestro hermano Justo Rufino, pudieron realizar parte del camino en vehículos de tracción mecánica.
Los más pequeños, llevaban incluso sus provisiones, pues gracias a la gesión de nuestro hermano Gustavo de Medina, la firma INES ROSALES, aprovisionó de sus famosas tortas de aceite a todos los peregrinos; si bien, estos pequeños peregrinos dieron buena cuenta de ellas.
Otros, se decantaron por vehículos de tracción animal
Poco antes de llegar a Palacio, una parada y un encuentro con la Hermandad del Rocío de Gines, tiempo para un aperitivo
unos cantes y unos bailes por sevillana
Y una vez llegamos a Palacio, foto de familia
A estas horas del día y con el camino ya recorrido se hacía necesario reponer fuerzas,
Una vez repuestas las fuerzas, otra vez a caminar
pues ya quedaba poco para llegar a la aldea, donde siempre nos espera Ella; pues Ella era la razón de este camino. En su Ermita, entramos cantando y a sus plantas, nuestros jóvenes le regalaron una Salve, y Ella…. nos correspondió con una sonrisa complaciente y orgullosa de sus hijos.
Con un candoroso beso de buenas noches, la Reina de las Marismas nos permitío fuesemos a la casa donde descansaríamos esa noche, gracias a la gestión de nuestro hermano Justo Rufino. Allí nos esperaba un reconfortante caldo del puchero, obra sublime de nuestra hermana Rocío Marín, que desde primeras horas de la tarde lo mantuvo a fuego lento, para que a nuestra llegada nos embriagásemos con un penetrante olor a yerbabuena y a romero.
De la bebida y otras viandas, se habían encargado el día anterior nuestros hermanos José Manuel Selfa y José Antonio Queija. Pero antes de recuperar las fuerzas ya desgastadas, quedaba el último tirón, había que montar las mesas para la cena, las camas para el descanso, distribuir las habitaciones, preparar las duchas de los más pequeños y de los mayores también, ¡todo en perfecta armonía!.
Repuestos los cuerpos y caida la noche, se levantó el frío, por lo que la mejor manera de combatirlo fue cantando y bailando gracias al entusiasmo de nuestros jóvenes. Los más cansados aprovecharon las cálidas brasas de la chimenea para conversar relajadamente.
Para el domingo, la agenda también venía apretada, desde muy temprano ya teníamos a algunas madres preparando los desayunos, pero antes de eso, los más jóvenes, como no podía ser de otra manera, pudieron experimentar la caricia de los primeros rayos de sol, allí donde mismo nace, a la verita de Su Ermita; seguro que nunca olvidaréis esa sensación de escalofríos que produce el alba en el Rocío.
Y tras el desayuno, nuevametne al trabajo, recoger las camas, limpiar la casa, recoger los petates, y una vez todo listo la gran mayoría de los peregrinos acudieron a la Misa del mediodía, mientras un pequeño retén permaneció en la casa preparando la comida, pues aunque nuestro hermano Daniel Cuadro se encargaría de hacerle los honores a la paella, el resto debíamos ayudar en los preparativos, o cuidar de los más pequeños que no acudieron a Misa,¡y menos mal!, pues no sabemos qué desaguisado hubieran podido provocar estos dos pequeños en la Ermita, pues en la casa, como las fierecillas, sólo los calmaba la música de nuestro coro mientras ensayaban villancicos para las fechas venideras.
Y parece, que incluso algo debieron aprender, pues desde aquella tarde, cuentan que el pequeño Alejandro va cantando por la casa ¡pon, pon, pon tilín, ropopopo pon, tilín¡, o algo así.
Mientras el coro apaciguaba las fierecillas, otros limpiaban la paellera, pues todo había de quedar en perfecto estado de revista.
Sea como fuere, para todos sin excepción, fue un fin de semana inolvidable, y para muchos, empezaremos a contar los días que faltan para volver a verte, ¡Rocío!.